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El software libre y de código abierto está en el medio de dos tendencias; quienes quieren usarlo con fines ideológicos y lo mezclan con cosas que nada tienen que ver como la lucha antiimperialista y la ideología de género y, quienes pretenden beneficiarse económicamente de él, pero, sin devolver nada a cambio.

Este artículo no adscribe a ninguna de las dos tendencias. Es cierto que en lo personal soy un firme partidario del libre mercado. Pero, eso no tiene nada que ver con el software libre como no sea para lamentar que no haya generado una alternativa capaz de poner límites al oligopolio de Apple y Google. En otras palabras, esto no es una apología de mis ideas económicas. Simplemente, me tropecé con una teoría sobre uno de los motivos del éxito de los grandes titanes de la industria estadounidense del siglo XX y me llamó la atención la similitud con el espíritu que motivó a Richard Stallman a fundar los principios del software libre.

Permítanme presentarles al doctor Napoleón Hill. Una mirada superficial haría que lo calificáramos de charlatán. Con un libro llamado “Piense y hágase rico” y sus alusiones a un secreto que quienes lo encuentren cumplirán sus mayores deseos de riqueza, parecería ese tipo de personas que al cruzárnoslo hacen recomendable comprobar si tenemos la billetera.

Sin embargo, a medida que profundizamos en su trabajo, descubriremos que no es así. Asesor de dos presidentes y varios empresarios, Hill escribía para millones de ciudadanos de Estados Unidos empobrecidos por la gran depresión y sin acceso a la educación superior. Detrás del pensamiento mágico que seguramente exigía el marketing de la época, Hill instaba a capacitarse, crear servicios innovadores, ahorrar, evitar los vicios y cuidar la salud.

La carrera de Hill como maestro de superación personal comenzó cuando, siendo un joven periodista conoció a Andrew Carnegie. Carnegie, un inmigrante escocés autodidacta que llegaría a convertirse en un magnate de la industria siderúrgica, le propuso financiarle una investigación sobre la metodología detrás del éxito de los más importantes empresarios norteamericanos

Y, aquí llegamos a la madre del borrego.

La mente maestra

Después de veinte años de investigación. Hill publicó los resultados en ocho tomos bajo el título de Las leyes del éxito.. Lo que nos interesa a nosotros es el primer capítulo

El éxito en este mundo es siempre una cuestión de esfuerzo individual, sin embargo, solo se engañará a sí mismo si cree que puede tener éxito sin la cooperación de otras personas. El éxito es una cuestión de esfuerzo individual solo en la medida en que cada persona debe decidir, en su propia mente, lo que se desea. Esto implica el uso de “imaginación”. A partir de este momento, lograr el éxito es una cuestión de inducir con habilidad y tacto a otros a cooperar. Antes de que pueda obtener la cooperación de otros; es más, antes de tener derecho a pedir o esperar la cooperación de otras personas, primero debe mostrar su voluntad de cooperar con ellas.

Para Hill, de la combinación de dos o más mentes que trabajan en armonía surge lo que el llama “Mente maestra” capaz de recolectar, registrar y analizar conocimiento útil.

El autor cita el caso de tres personas; Henry Ford, fundador de la fábrica de automóviles y, en su momento uno de los hombres más ricos del mundo, Thomas Edison inventor del fonógrafo y otros miles de patentes y Harvey Firestone, creador de la multinacional de neumáticos que lleva su apellido.

Los tres no solo tenían en común haber conseguido riquezas a pesar de haber empezado sin capital y sin educación formal, además, eran amigos personales y solían retirarse juntos una vez por año al bosque para un periodo de descanso, meditación y recuperación. La combinación de sus tres inteligencias en una gran inteligencia común les permitió lograr resultados que nunca hubieran logrado por separado.

Para demostrar que no se trata de un caso aislado, cita como ejemplo a los llamados seis grandes de Chicago ; Wm. Wrigley, Jr., propietario de la multinacional de goma de mascar del mismo nombre; John R. Thompson, dueño de una cadena de restaurantes, un tal Sr. Lasker, propietario de la agencia publicitaria Lord & Thomas, el señor McCullough, dueño de Parmalee Express Company y los señores el Ritchie y Hertz que manejaban una compañía de taxis. Al momento de publicarse el libro, todas eran empresas que producían ingresos millonarios.

Del análisis de Hill se deduce que ninguno de ellos había estudiado en universidades de elite ni habían contado con mucho capital al iniciar el negocio. Tampoco se podía atribuir al azar sus logros financieros.

La única otra cosa en común es que estos seis hombres formaron una alianza amistosa, reuniéndose en períodos establecidos con el propósito de ayudarse mutuamente con ideas y sugerencias en sus diversas líneas de negocio..

La teoría de Napoleón es que:

Una “Mente Maestra” puede ser creada por cualquier grupo de personas que coordinen sus mentes en un espíritu de perfecta armonía. El grupo puede constar de cualquier número a partir de dos. Los mejores resultados aparecen disponibles a partir de la combinación de seis o siete mentes.

Ahora avancemos unas décadas a la época en la que un tal Richard Stallman comenzó a trabajar en el Instituto Tecnológico de Massachussets

La mente maestra en versión Stallman

En 1986 Richard Stallman dio una conferencia en Suecia contando como nació el proyecto GNU.

En esa conferencia cuenta como en el laboratorio de inteligencia artificial del MIT estaba mal visto que se impidiera el acceso a los equipos encerrándolos en oficinas y como estaba institucionalmente aprobado derribar puertas para acceder a ellos También señala que:

No había ningún tipo de seguridad en el sistema. Y lo queríamos muy conscientemente de esa manera. Los que lo escribieron no querían que nadie pudiera tener poder sobre ellos de esa manera, por lo que no implementaron ese tipo de característica. El resultado fue que cada vez que algo en el sistema se estropeaba, siempre se podía arreglar. Nunca tenías que sentarte allí frustrado porque NO HABÍA FORMA, porque sabías exactamente lo que estaba mal, y alguien había decidido que no confiaba en ti para hacerlo.

Y tampoco dejamos que ningún profesor o jefe decidiera qué trabajo se iba a hacer, ¡porque nuestro trabajo era mejorar el sistema! Hablábamos con los usuarios, por supuesto; si no lo hacíamos, no podíamos saber lo que se necesita. Pero después de hacer eso, fuimos los que mejor pudimos ver qué tipo de mejoras eran factibles, y siempre estábamos hablando entre nosotros sobre cómo nos gustaría que cambiara el sistema y qué tipo de buenas ideas habíamos visto. en otros sistemas y podríamos utilizar.

Con el correr del tiempo, la industria del software se fue mercantilizando y, el espíritu de colaboración se perdió, por eso Stallman fundó el movimiento del software libre, sin saber o acaso si, que estaba redescubriendo el concepto de la mente maestra.

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